Turismo de alto nivel
Ni uno solo de los acuerdos adoptados en esas tan publicitadas cumbres se ha cumplido. Que las declaraciones finales están llenas de bellas palabras.
Publicado originalmente el 20 de noviembre de 2002
Pocas reuniones internacionales de alto nivel existen en nuestro planeta más inútiles que las llamadas Cumbres Iberoamericanas. Año tras año, cada vez en una ciudad diferente de América Latina o la Península Ibérica, se reúnen jefes de estado y gobierno, posan para las fotos, sueltan un discursito, se entrevistan por parejas o tríos, se pelean, se acusan de pecadillos más o menos mortales, firman una declaración final, que a pesar de su nombre está totalmente lista antes de que los grandes jefes se reúnan, posan para más fotos, se despiden y, como dicen los guajes en mi país, calabaza, calabaza, cada uno pa’su casa.
Por suerte, el público presta atención cero a estos cónclaves, sabedor de que sólo se trata de uno más entre este carnaval en que se han convertido las relaciones exteriores de los estados en el último medio siglo. Porque si atendieran, verían que ni uno solo de los acuerdos adoptados en esas tan publicitadas cumbres se ha cumplido. Que las declaraciones finales están llenas de bellas palabras: estado de derecho, democracia, eliminación de las barreras entre los países participantes, elevación del nivel de vida, respeto a los derechos humanos, etcétera. Y que, una vez terminada la cumbre de turno, nada cambia en general.
En particular, sí. Los presupuestos del país que se ha visto “honrado” por la reunión en su suelo de tantos prohombres ansiosos de entrar en la historia, sufren un aumento perceptible en el capítulo de gastos, mientras que el de ingresos no recibe nada a cambio. Los bolsillos de algunos de los funcionarios que se ocupan de la organización de la Cumbre se hinchan, como parece haber sido el caso de un coronel dominicano meses atrás. Algunas decenas de trabajadores de complejos turísticos, hoteles y restaurantes, cobran horas extra, digo, si se las pagan. Los escoltas, guardaespaldas, especialistas en seguridad, etcétera, mejoran su nivel cultural por eso de que viajar amplía los horizontes del ser humano. Y la prensa se divierte, informando sobre todo tipo de incidentes protocolares, a falta de más sustancia.
Pero, en general… En general, el que roba, tortura y reprime lo sigue haciendo. Verdad que algunos decretan fiesta esos días, para que el país no tenga mala prensa. Los populistas siguen engañando a sus pueblos. Y los que siguen los dictados del FMI y similares, también continúan mintiendo a los suyos, pero apuntalados con sesudas explicaciones que les llegan desde los bancos acreedores. Los que hacen trampas en las elecciones no dejan de hacerlas por una foto más o menos, por un encuentro más o menos con otros colegas que, si han sido elegidos en elecciones no trucadas se debe, sobre todo, a que en las papeletas de su país, siguiendo aquel sabio refrán de que lo mismo da Juana que su hermana, no había ninguna opción real de cambio, progreso o mejoría a la que los poderes fácticos debieran oponerse.
Durante muchos años, la estrella del espectáculo fue el único de ellos que, hasta ahora, pasará a la historia, y no me pregunten en qué página pues nuestros descendientes, que son los que la escribirán (al menos, la de estos tiempos) podrían darnos más de una sorpresa. Me refiero a Fidel Castro, que mientras sigue dirigiendo su isla como si de su finca particular se tratara, no se corta a la hora de firmar documentos alabando la democracia representativa y las elecciones libres en América Latina. Y al principio sus discursos rompían la monotonía de un aquelarre de políticos grises, básicamente mediocres, y algunos de ellos tan reprobables moralmente como el dictador barbudo. Más tarde, sus discursos se volvieron monótonos y el aburrimiento se apoderó nuevamente de las Cumbres, sobre todo ahora, que el anciano dictador no les da color con su presencia y sus invectivas.
Tampoco se han cortado los demás asistentes a la hora de pasarse por el arco del triunfo los acuerdos adoptados. Desde la cultura y el libre intercambio de sus productos hasta el agro subvencionado del primer mundo y las barreras comerciales, todo ha pasado por esas eufemísticas declaraciones finales sin que se tome ni una sola medida al respecto por los países ricos que asisten al cónclave. Declarado, firmado y olvidado. El año que viene ya tendremos otro encuentro y desde Washington nos señalarán otras prioridades.
Así ocurrió este año con el tema del terrorismo, impuesto por España como el problema fundamental, a pesar de las serias protestas de buena parte de los dirigentes latinoamericanos allí presentes, que saben que el hambre, la marginación social, la corrupción y todas esas otras lacras que marcan el mundo actual, son las que propician que el terrorismo y la violencia tengan un caldo de cultivo en la zona. Pero la orden del amo es magnificar las consecuencias y no mencionar las causas, no sea que a la gente le dé por pensar. Hasta el año que viene, pues.