Justo Vasco

Sorpresas, ma non troppo

De Cascos se dice que es el político más grande que ha dado Asturias, y eso también lo asemeja al anciano comandante, que sin dudas es el político más importante de la historia de Cuba.

Publicada originalmente el 21 de enero de 2004

Una alegría recorre Asturias. Sí, lo digo sin ocultarme, aunque no se considere correcto. El retiro de la política de Francisco Álvarez Cascos hará saltar de júbilo a mucha gente, no sólo dentro de las formaciones que se oponen al Partido Popular, sino también dentro de las organizaciones locales de la derecha, tan sacudidas en los últimos años por vientos de fronda de diverso origen, a los que casi nunca ha sido ajeno el actual ministro de Fomento.

Se va Álvarez Cascos y no quiero ni pensar en las corrientes y contracorrientes que se agitarán en el PP asturiano los próximos días. Además de un sitio libre –el número uno, nada más y nada menos- en la lista de candidatos al Congreso por nuestra circunscripción, queda sin cubrir el puesto de principal descalificador y señor de los desaires, que el ex edil gijonés y número dos de Aznar durante varios años ha ejercido con suficiencia y ensañamiento, salpicando con sus dardos a los de la otra acera y a los de la suya. Si no, que le pregunten a Pilar Fernández Pardo, aunque estoy seguro de que, en aras de la corrección política y transida de felicidad por haberse librado de semejante espíritu adverso, sólo tendrá buenas palabras para el ahora cadáver político por decisión propia.

Para el resto de España, el ex secretario general de los populares no tenía ya mucha importancia. El retiro de su jefe lo condenaba a ser algo menos que un bicho raro dentro de la plantilla renovada de su partido. La hora de los doberman está pasando, dicen algunos, llevada a la obsolescencia por la supuesta flexibilidad de Rajoy, de la que, a propósito, aún no ha dado ninguna muestra, pero si el río suena, será que piedras lleva. En lugar del gesto hosco, la descalificación violenta o el manotazo sobre la mesa, lo que se lleva ahora es la sonrisa untuosa tipo Zaplana, tan parecida a la de Lucky Luciano, aquel prócer de los años cuarenta, que contribuyó al éxito del desembarco anglonorteamericano en Sicilia y a acabar con los sabotajes en los puertos de la Costa Este.

Ni siquiera los rasgos positivos del comportamiento político de Álvarez Cascos encuentran acomodo en los nuevos aires peperos. Su capacidad de diálogo con los nacionalistas no se lleva ya. Para qué dialogar, si siempre podemos acusar al adversario de querer destruir España, con la seguridad de que habrá muchos que se lo crean. Pues a dialogar con los salmones al Sella.

Con Cascos pasaba como con Fidel Castro: cuando un gobierno latinoamericano quiere pinchar un poco al emperador de turno en la Casa Blanca, se da un viajecito a La Habana o firma algún convenio con el viejo zorro sobreviviente. Y cuando un alcalde o dirigente sindical del socialismo asturiano ha querido pinchar al presidente del Principado o a la facción contraria, le hacía un homenaje al ministro de Fomento o se solidarizaba con él. Curiosa manera de hacer política, que resulta, al parecer, universal.

De Cascos se dice que es el político más grande que ha dado Asturias, y eso también lo asemeja al anciano comandante, que sin dudas es el político más importante de la historia de Cuba. Bueno, así nos va a asturianos y cubanos, cada cual en su liga. Y eso de que la historia los absolverá, está por ver en ambos casos.

La otra sorpresa informativa de la semana es una de esas sentencias judiciales que logran soliviantar al personal y dan pasto a los instigadores de linchamientos mediáticos. Un presunto maltratador es absuelto, y en la fundamentación se menciona el aspecto moderno, desenvuelto y hasta chic de la joven golpeada en las sesiones del juicio. No se me había ocurrido que las mujeres maltratadas, además de la denuncia correspondiente y los certificados médicos sobre las lesiones, tuvieran necesidad de un asesor de imagen.

Pero la cosa se complica: el juez que tan curiosas opiniones vierte en el veredicto, goza de amplio reconocimiento por su defensa de los derechos de la mujer, y el Observatorio de la violencia de género, que rechaza los criterios sobre el aspecto de la víctima, dice por otra parte que la sentencia está bien fundamentada. ¿Qué pasa, entonces? ¿Tendría algo que ver el hecho de que la chica es de origen magrebí, pero no lleva velo y no tiene que ser defendida del fundamentalismo musulmán? ¿Habrá enloquecido su señoría o simplemente tenía un día tonto?

Mientras no tenga más elementos de juicio, me quedo con lo del día tonto. En mi tierra natal dicen que todos los días sale un idiota a la calle. Y no sería la primera vez que ese papel lo asume un señor con toga. Ojalá no sea por mucho tiempo.