Fenómenos naturales
Durante las campañas electorales, cada grupo político en la oposición acusa a sus contrincantes en el poder de no haber cumplido su programa electoral. Y los que tienen la sartén por el mango replican, diciendo que esa imposibilidad dimana del desastre heredado de un gobierno de diferente color político.
Publicado originalmente el 9 de octubre de 2002
Entre los fenómenos naturales periódicos que afectan la vida de algunos grupos humanos –más o menos, un 40% de la especie– están las elecciones para cargos públicos. En el epicentro, en ese lugar de calma y silencio, hay una mesa con papeletas y una urna. Un estudioso poco avisado de las ciencias de la Tierra, podría suponer, en una primera mirada, que ahí se generan los diversos fenómenos que tienen lugar desde meses antes en las comarcas afectadas por el suceso.
Y es que las elecciones, como los huracanes en el Caribe, anuncian la llegada de su epicentro con una serie de acontecimientos previos, que van desde las ráfagas moderadas a fuertes, a los cambios de dirección de las corrientes, las marejadas de ilusiones, y en ocasiones hasta con muertos y lesionados, esto último en aquellos sitios donde el fenómeno adquiere sus características más crudas, de las que, por suerte, nos libramos en estos ibéricos lugares. Hay algo también de terremoto y erupciones volcánicas: el paisaje se modifica debido a que hay cosas que aparecen y cosas que desaparecen; el suelo se levanta en muchos sitios y a veces las grietas hacen imposible el desplazamiento humano; llueve fuego y se respira azufre; y hay sitios que quedan hundidos bajo el fango para pasar al olvido.
Aclaremos pues, ya que las verdades científicas, además de teorías más o menos coherentes, exigen pruebas materiales contrastables. Y la intuición no basta, dado que otro de los hechos a que dan lugar las elecciones es a una amnesia generalizada de los más –los que votan– y a una memoria selectiva de los menos –los que se postulan, sobre todo en la cabeza de las listas–.
Durante las campañas electorales, cada grupo político en la oposición acusa a sus contrincantes en el poder de no haber cumplido su programa electoral. Y los que tienen la sartén por el mango replican, diciendo que esa imposibilidad dimana del desastre heredado de un gobierno de diferente color político, que casi siempre coincide con el de sus acusadores. Entre unos que gritan y otros que rugen, comienzan a soplar unos vientos de fuerza escasa, pero suficiente para arrastrar a algunos incautos, o para que otros grupos con menos posibilidades se sientan inclinados a pescar en río revuelto.
Los proyectos conflictivos que pueden restar votos, desaparecen por arte de magia. Que si un superpuerto, que si una supercarretera, que si un parque temático… Las cosas que se pierden, tragadas por las convulsiones previas, no desaparecen del todo, es verdad. Quedan ahí latentes para que, una vez contadas las papeletas y elegido el nuevo gobierno, los poderes fácticos las saquen a la luz y hagan a ese respecto lo que estimen conveniente, aunque la gente haya votado lo contrario. Y además, en las convulsiones previas aparecen especies que parecían extintas, tales como los autónomos, las mujeres maltratadas, los jóvenes desempleados o las viviendas de protección oficial. En realidad, también se trata de especies latentes, destinadas a desaparecer del panorama unos meses después, porque el día que no se les pueda echar mano para completar un buen programa electoral, a dónde iremos a parar.
De los levantamientos del suelo y las grietas, todos hemos sido testigos. Avenidas terminadas hace un lustro se levantan de nuevo por cuestiones de estética, se cambian aceras, se peatonalizan calles, se amplían carreteras, se perforan túneles y, en general, se emprende cualquier obra que permita, meses después –o sea, a escasas semanas de las elecciones–, una vistosa inauguración, con niños y ramos de flores incluidos. Y, convenientemente, los vientos de galerna electorales relegan a un tercer plano, cuando no excluyen del todo, a aquellas actividades públicas que no tengan una lógica culminación ante las cámaras.
¡Y los cambios de dirección de las corrientes, qué espectáculo majestuoso! Antes, el río fluía de la mayoría absoluta al autoritarismo, por citar un ejemplo. Ahora, por el contrario, el curso de moda va desde la flexibilidad hasta la paz social. Hombre, que perder un par de millones de votos de gente afectada puede ser muy duro. Y si no, pregunten en Madrid.
Pero una vez pasado el susto, todo vuelve más o menos a su sitio, y nos descubrimos, años después, discutiendo los mismos temas que estuvieron entre las promesas electorales de tirios y troyanos, y sorprendiéndonos de lo mal que nos va personalmente, porque no importa quien gobierne en ayuntamientos, comunidades autónomas o naciones, el territorio va bien y nosotros seguimos sin llegar a fin de mes. Misterios de este particular fenómeno natural.