Justo Vasco

En mal momento

El dinero sale de los bolsillos de muchos y se concentra en las arcas de pocos. Llena las cajas de la hacienda pública y se vierte con cierta dificultad en servicios a los ciudadanos.

Publicado originalmente el 16 de octubre de 2002

A pesar de que muchos le otorgan una componente mágica, etérea y sobrenatural, el dinero recuerda más bien a la materia, esa misma, la que conforma el universo, en eso de que ni se crea ni se destruye, solamente se transforma. Sale de los bolsillos de muchos y se concentra en las arcas de pocos. Llena las cajas de la hacienda pública y se vierte con cierta dificultad en servicios a los ciudadanos, y fluye con enorme prodigalidad hacia aquellos proyectos que podrían dar muchos votos a los políticos que tienen el poder, o sea la facultad de dictar hacia dónde van los dineros públicos.

Ni siquiera en aquellas situaciones de crisis, donde gobernantes poco prolijos intentan salir de diferentes embrollos dándole a la manivela de la máquina de imprimir billetes, se comporta el dinero de otra manera. Crece el circulante y se dispara la inflación, se reducen las tasas de cambio con las monedas de los países ricos, se encarecen las importaciones, baja la producción y se van al diablo las exportaciones, y ni qué decir de la paz social, los derechos humanos, la independencia de la justicia y otras bellezas por el estilo. Por lo tanto, la maquinita de hacer billetes, en lugar de dinero lo único que produce es desorden, pobreza y más desigualdad.

No digo que esa sea la única manera de generar esos males. En el primer mundo hay verdaderos expertos en exprimir, expoliar y chupar hasta el tuétano de la economía de un país, pero del tercer mundo, que para eso están ahí. Es verdad que primero se prueba en alguna zona deprimida del extrarradio, en alguna industria que ya no atraiga a los inversores, pero tan pronto queda claro que el exprimidor funciona, a exportarlo, que al otro lado de la vitrina del restaurante, mirando con cara de hambre cómo disfrutamos de nuestra sabrosa comida, hay muchos, muchísimos, y algo se les podrá aún sacar, aunque sea materia prima para fertilizantes. Además, como ahí no se respetan los derechos humanos, a ver quién se queja.

Pero regresemos a nuestras ibéricas regiones, donde el estruendoso reventón de las punto com no fue menos retumbante que en el resto del mundo desarrollado, dejando sin argumentos a los sacerdotes de diversas magias financieras y ratificando las sonrisas burlonas de los analistas a largo plazo. Con el dinero no se puede jugar. Un viejo dicho de los potentados caribeños en los años cincuenta postulaba: “Si quiere, miénteme la madre, pero no me toque la cartera.”

El gobierno les ha tocado la cartera a los ayuntamientos. En mal momento… Porque tendrá que transferir unos miles de millones para tapar el agujero que habrá creado con la supresión del IAE. Y eso solamente puede lograrse sacando de unas arcas para que otras no pierdan el nivel anterior. Ah, pero antes habrá que exprimir algunos bolsillos, mientras más, mejor, para que tampoco baje el nivel en las arcas del gobierno central.

Digo que todo esto viene en mal momento, pues los chicos del PP han tenido seis años para sacar algo en claro de tan loable iniciativa, aunque sea por el método de prueba y error. Pero como la promesa la hizo el señor Aznar, y ahora tiene el mal gusto de retirarse a la vida privada, sembrando un mal ejemplo que nadie agradecerá dentro de la clase política española, había que cumplirla. Al principio, contarían con esos millones de autónomos que, como el que esto escribe, agradecerían no tener que pagar un impuesto mal diseñado, que grava el trabajo, uno de los derechos universalmente aceptado, y no los ingresos. Y que por tanto votarían en masa por sus benefactores.

Por supuesto, no me opongo a la supresión de este impuesto. Unos cuantos euros más en el bolsillo no vienen mal, sobre todo ahora, que la bonanza económica agita su mano en gesto de despedida. Pero según el principio de conservación, de alguna parte debe salir el dinero que permitirá saldar cuentas con los ayuntamientos. Así que espero, con la cartera transida de terror, las subidas de precio, las tasas de nueva creación, el incremento de tarifas, lo que sea, pues finalmente, como dicen los dueños de los casinos de Las Vegas, ellos no se enriquecen con el millón de dólares que puede perder allí un jugador rico en una noche de locura, no, prefieren los cien dólares que dejan allí, día tras día, los millones de gente de abajo en espera de un milagro.