Justo Vasco

Ciencia a la carta

Cualquier utilización interesada de los resultados científicos no pasa de ser eso, una utilización interesada, que no niega en sí los resultados, solo aprovecha aquello que le conviene, soslayando lo que no.

Publicado originalmente el 12 de noviembre de 2003

El partidismo de la ciencia era, según nos contaban, una invención de los dogmáticos estalinistas del bloque soviético y sus compañeros de viaje de todo el mundo. La ciencia, decían sesudos pensadores, se ocupa de verdades objetivas, y sólo en su aplicación se pueden enarbolar herramientas ideológicas divergentes.

Recordaba eso hace poco, mirando los últimos telediarios. En mis tiempos como profesor en la universidad habanera, me intrigaba siempre por qué el famoso principio de Heisenberg, según el cual no es posible conocer a la vez la posición y la velocidad de movimiento de una partícula subatómica, se denominaba en Occidente “principio de incertidumbre”, y entre los soviéticos “principio de indeterminación”. Después de tragarme las explicaciones filosóficas que apuntalaban las dos definiciones, me quedaba una sensación abrumadora de tiempo perdido: el resultado era el mismo, no se podían determinar simultáneamente las dos magnitudes.

En lo relativo a la ciencia aplicada, todo era más claro. Porque un ordenador es un invento fantástico a pesar de que el aparato ideológico soviético dijera, en su tiempo –precisamente cuando sus científicos aventajaban a todo el mundo en el tratamiento teórico de la cibernética- que se trataba de una seudociencia, destinada a crear esclavos para ahorrar salarios al capital. Y la aplicación de la genética a la agricultura ha ocasionado uno de los grandes saltos en la producción mundial de alimentos, mucho antes del surgimiento de la ingeniería genética, a pesar de la dictadura de comisarios analfabetos como Lysenko y del exterminio físico de quienes le llevaban la contraria.

O sea, que dos y dos son cuatro, para el Vaticano y La Meca, para Tel Aviv y El Cairo, para Washington y La Habana. Lo demás son ganas de buscarle la quinta pata al gato o de cachondearse del personal. Y cualquier utilización interesada de los resultados científicos no pasa de ser eso, una utilización interesada, que no niega en sí los resultados, solo aprovecha aquello que le conviene, soslayando lo que no.

Pero he aquí que, en los últimos tiempos, el PP gobernante parece haber descubierto, desde la prepotencia de su mayoría absoluta, la posibilidad de someter los resultados científicos a su dictadura. Es verdad que ya no es posible enviar a los científicos díscolos a cavar pozos con las manos en un glaciar siberiano, pero siempre se puede desencadenar una campaña de acoso y derribo, que para eso cuenta con suficientes medios que pongan su granito de arena. Lo que me sorprende es que si califico estos métodos de neoestalinistas hay hasta quien se ofende. Llamémosle entonces el método casquista, en honor a ese renombrado asturiano que encabeza el ministerio de fomento.

¿En qué se diferencia la geología que manejan los geólogos aragoneses de la que utilizan en sus estudios los técnicos del mencionado ministro? Pues en algo muy fundamental, al parecer, pues mientras unos presentan mapas, datos y análisis, y hablan de socavones a lo largo del tendido del AVE, pata coja que une Madrid con Lleida a velocidad de Talgo (aunque cobra el trayecto como heredero del Concorde), otros presentan los mismos mapas, y quiero creer que datos muy diferentes, y dicen que no hay el menor problema. Y quien vea abrirse una sima junto a la vía, con toda seguridad es un agente de la antiespaña que se regocija con la desgracia de los españoles.

Ahora, la Xunta de Galicia, pepera como gaviota azul en trance, se une de inmediato al gobierno central para desprestigiar el informe de los biólogos de la universidad coruñesa relativo a los efectos de los vertidos del Prestige en mariscos y pescados. Informe, por cierto, que no tiene nada de sensacionalismo ni va en contra de los esfuerzos de pescadores y mariscadores gallegos: sólo pide mantener un elevado nivel de vigilancia, ya que los hidrocarburos han entrado en la cadena alimentaria del ecosistema hasta un nivel bastante alto. En lugar de agradecer a los científicos su preocupación y su rigor, ahí va la campaña de acoso y derribo.

Bueno, me digo, ¿y qué se puede esperar de un partido que ha hecho obligatoria la catequización en la escuela pública? ¿Qué asuma sin resistirse los resultados de una pesquisa científica? ¡Anda ya! Sólo cuando les convenga. Y sin citar a los autores, a no ser que pertenezcan a una reconocida instancia oficial con poder de ordeno y mando.

La vida es un aprendizaje perpetuo. Y de esta “ciencia” pepera a la carta saco la conclusión de que, si no quiere que su niño tenga problemas docentes, averigüe si el autor de la tabla de multiplicar que utiliza tiene el visto bueno de la Moncloa. No sea que…