Justo Vasco

Segunda juventud: Años 60

El 31 de diciembre de 1958, los hermanos Castro, el Che Guevara y otros reconocidos revolucionarios tomaron el poder en Cuba, dándose inicio a un régimen político que, con sus variaciones, cambios y adaptaciones, aún continúa vigente hoy.

Justo_08bdefDesde principios de los años sesenta, cuando el 15 de abril de 1961, los Estados Unidos la pifiaron en Bahía de Cochinos, Cuba se convirtió en uno de los países enemigos del gigante norteamericano, convirtiéndose en una de sus obsesiones geopolíticas recurrentes durante los siguientes cincuenta años.

Ello condicionó, de forma total y absoluta, el devenir de la política y la economía de Cuba y, por ende, la vida de sus ciudadanos. El bloqueo económico y comercial a Cuba, firmado por el presidente Kennedy en febrero de 1962 obligó al régimen cubano a alinearse con los países que, entonces, orbitaban en torno a la Unión Soviética y a instaurar un régimen socialista que, como antes se señaló, continúa vigente hasta la fecha, con sus modificaciones.

Y es en este contexto que se desarrolla la totalidad de la obra literaria de Justo Vasco.

Eso sí, nuestro hombre, lejos de encasillarse o conformarse con sus logros académicos en materias lingüísticas y en el ámbito más puramente administrativo, continúa con sus estudios y obtiene el título de Bachillerato en Ciencias, que logra el 30 de junio de 1960.

Mientras, continúa escribiendo y su poema “Atomium” ganó el tercer premio de un concurso literario convocado por el Instituto de La Habana, ese mismo año. Una perfecta muestra de que nada de lo humano era ajeno a Justo; ciencias y letras, siempre de la mano, con total naturalidad. Sin complejos.

Relatos como “Por una vez, Alicia” dan buena muestra de ello: “ – ¡Ay, ay, Gonzalo, esas son historias de capa y espada! En América todo es diferente, todo se puede. Además, este es el siglo de la electrónica, el átomo, la biónica. Vamos, vamos…”.

A partir de 1960, la vida de Justo da un giro copernicano ya que ese año viaja a la URSS, donde pasa varios años, estudiando en Moscú, escala de una vida nómada para cuya definición más precisa, Justo gusta de parafrasear al gran novelista peruano Ciro Alegría: andanzas por un mundo “ancho y ajeno”. Y estudiando, nuevamente, una disciplina puramente científica, no en vano, en 1965 obtiene la Licenciatura en Ciencias Químicas, haciéndose acreedor  del Diploma de la Universidad de Amistad con los Pueblos “Patricio Lumumba”, que le es entregado el 21 de junio de 1965 y que lo acredita como Master of Science o, traducido a su expediente laboral: Grado Científico de MASTER.

Resultan muy hermosas las palabras que Justo Vasco dedica a la cultura rusa cuando, en octubre de 2002, el secuestro de los espectadores del Teatro Dubrovka por parte de un grupo terrorista checheno termina en un baño de sangre:

“El teatro tiene un valor particular, íntimo y emocional, para el habitante de Rusia. La asistencia a espectáculos teatrales, no importa de qué género, al ballet o a conciertos, siempre ha sido allí algo más que pasar un rato de ocio productivo o frecuentar un sitio donde lucir buena ropa. Para ellos, visitar el teatro junto con la persona amada es un paso más en la realización de sus sueños sentimentales, una manera de sumergirse en un mundo superior, el de la alta cultura, en compañía de un ser especial y único. De esa manera, los teatros quedan fuera de los posibles escenarios donde las múltiples mafias dirimen sus diferencias o establecen su autoridad. En los teatros no se mata, no se extorsiona, no se grita, no se amenaza.

De eso puedo dar fe tras una relación directa de más de cuarenta años con la cultura rusa. En ningún lugar se percibe esa atmósfera de recogimiento, de devoción ante los frutos de la creación humana como en un teatro ruso. Y da lo mismo que sea el mítico Bolshoi o una humilde salita de provincias. Y, por esa misma razón, en los peores años de la represión totalitaria, era en los teatros donde se sembraban las semillas del debate, donde se hablaba, aunque fuera tímidamente, de la posibilidad de las consignas del partido único en el gobierno fueran sólo eso, consignas. Un par de ejemplos: las obras de Bulgákov en los años treinta, el teatro Taganka en los ochenta”.

Años en Rusia que, como recuerda su gran amigo, Paco Ignacio Taibo II, le sirvieron para estar perfectamente capacitado para cambiar de escenario, de vida, de país y de ciudad: “¿Cómo había logrado sobrevivir a las lluvias gijonesas y a la falta de sol, después de haber vivido en La Habana? Era un misterio que él explicaba contando sus años de estudiante de química en Moscú, donde se le helaban las manos al abrir las páginas de los libros”.

Pero no adelantemos acontecimientos. Porque será entonces cuando vuelva a Cuba. En septiembre de 1965 se incorpora al Instituto Cubano de Recursos Minerales (ICRM), donde trabaja hasta febrero de 1966.

Desde febrero de 1966, Justo Vasco desarrolla su labor profesional en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) como Jefe del Departamento de Espectroscopia y Espectrometría. ¡Nada menos! Además, a partir de 1967, se incorpora a la Escuela de Física de la Universidad de La Habana, haciendo investigación en el grupo de Semiconductores. Permanecerá en dicha Universidad hasta 1974.

Además de todo ello, y como parte de su formación como ciudadano cubano, Justo cumple con sus obligaciones militares, cumpliendo servicio en 1968 en la  Escuela Militar “Guayabal” y al año siguiente en la Escuela Militar “Serafín Sánchez”.