Justo Vasco

El cataclismo que vendrá

Si uno hace caso a ciertos periódicos serán más seguras unas vacaciones en el Triángulo Suní o en algunos barrios de Bagdad que pasear por el Muro, y no digamos Las Ramblas o la Castellana.

Publicado originalmente el 22 de noviembre de 2004

Oyendo los pronósticos del apocalíptico Acebes no me ha quedado más remedio que preguntar a algunos colegas, tan inmigrantes como yo pero con mucha menos suerte, si se pueden conseguir tres asientos en una patera que vaya de la península para África, ya que el bolsillo no está para pasajes de avión, y menos ahora que llega la Navidad y el despelote con las participaciones de la Lotería Nacional.

Habrá cataclismos en el centro y la periferia, el país se desmononará –Fidel Castro diría, con su capacidad para manipular palabras, “se desmerangará”, como el campo socialista a finales del siglo pasado– y el presidente del gobierno, que según Rajoy se humilla continuamente, será exhibido en un cepo en la Puerta de Alcalá, donde los paseantes le lanzarán naranjas virtuales a la cabeza y él las recibirá con su mejor talante, tratando de aprovechar el zumo.

Y digo que virtuales porque en la lucha fratricida entre el catalán y el valenciano los sembrados de cítricos del Mediterráneo quedarán marchitos y secos de tantos insultos en las dos lenguas, que curiosamente serán las mismas palabras. O sea, que los muertos serán mentados al cuadrado y no hay azahar que resista eso. Tampoco tendremos naranjas de importación, ya que en América Latina el Tato –ese amigo al que Rajoy le dijo que no asistiera a la cumbre-, las habrá adquirido todas y se las habrá revendido a China, al doble del precio, eso sí en euros.

Por tanto, es mejor no estar aquí cuando todo eso suceda, y si seguimos las sabias orientaciones de la derecha ibérica la línea de alto al fuego en Costa de Marfil será un lugar con menos mortandad que las plazas y calles de las ciudades de España, donde los furiosos nacionalistas, sobre todo las hordas de un caudillo de apellido Carod Rovira, impondrán su lengua, haciendo que castellanos, andaluces, ecuatorianos, colombianos y otros infelices por el estilo –un servidor incluido– solo se atrevan a hablar español en la intimidad, siguiendo el ejemplo del preclaro Josemari Matamoros, chambelán y hacelapelota mayor del emperador tejano. Aunque creo que lo que él decía hablar en la intimidad era otra lengua. Mis condolencias a la señora Botella, tan cercana en espíritu y pensamiento al beato Butiglione.

La otra razón es, si uno hace caso a ciertos periódicos que han pasado de ser vectores de información a la más rentable función de guionistas alternativos de Expediente X, que bajo la égida del terrible binomio ETA-Al Quaeda serán más seguras unas vacaciones en el Triángulo Suní o en algunos barrios de Bagdad que pasear por el Muro, y no digamos Las Ramblas o la Castellana. Ya va quedando claro que si ETA lleva meses sin matar no es porque la hayan debilitado las acciones de Francia y España, sino porque están aprendiendo árabe a toda velocidad, a ver si logran decir aquello de “Dios es solo uno y Mahoma es su profeta” sin ese revelador acento de Andoaín o Barakaldo.

Y se me ponen los pelos de punta –por suerte, me quedan poquísimos, así que el espectáculo no vale la pena– cuando pienso que los émulos locales de Al Zarqawi, una vez dominado con éxito el euskera, lograrán camuflarse perfectamente entre los fieles cristianos que tomarán la calle para defender la fe del malvado gobierno antivida que eligieron apenas unos meses atrás, seguramente confundidos por los servicios especiales y la seguridad de Fidel Castro –no pinta nada aquí, pero nunca viene mal echarle la culpa de lo que sea–, y llevar a cabo sus alevosos atentados en todo municipio donde el candidato pepero lleve la de ganar.

Lo único que me consuela es que, entre ikurriñas y crecientes, entre imanes fundamentalistas y obispos no menos, entre ulemas saudíes y enviados vaticanos, quizá terminen con desdoblamiento de personalidad y utilicen los explosivos para la pesca furtiva, como se hace por aquí con el consiguiente aporte al caos universal.

Y así, si se cumplen los pronósticos de la democrática derecha española y su rama ideológica, la jerarquía católica, la tradicional “merienda de negros” se elevará a la décima potencia y cambiará su denominación: pasará a denominarse, en esa lengua que solo se hablará en lugares remotos como Santiago de Cuba, Tegucigalpa o Santa Cruz de la Sierra, “merienda de españoles”.