Donde dije digo...
Cuando hablamos de libertad de mercado y de no intromisión del Estado en la vida económica, ¿a quiénes nos estamos refiriendo? Seguramente a los marcianos.
Publicada originalmente el 11 de febrero de 2004
Finalmente, abrumado por la ola de rechazo generalizado, el Obispado de Córdoba ha decidido apartar del púlpito al párroco pederasta de Peñarroya, condenado por sentencia firme a once años de prisión, después de manosear durante meses a varias niñas mientras las absolvía de los pecados. El rijoso curita, a quien el obispo Asenjo había manifestado un día antes “su cercanía y apoyo”, se ha tropezado con esa actitud tan habitual en los últimos tiempos entre todos los que detentan algún poder, sintetizada en esa frase ingeniosa que reza: donde dije digo, digo Diego.
Leo en la prensa que el Reino Unido exige poner barreras a la importación del salmón chileno, dado el daño que hace a los pescadores escoceses. Entonces, cuando hablamos de libertad de mercado y de no intromisión del Estado en la vida económica, ¿a quiénes nos estamos refiriendo? Seguramente a los marcianos. Porque lo que pide este país, miembro de la Unión Europea, es que los estados de la región intervengan, cerrando su mercado a las exportaciones de un país del tercer mundo. Curiosa manera de defender el principio del libre comercio.
De la misma forma, las grandes y poderosas naciones del primer mundo, que proclaman la supremacía del mercado sobre cualquier otro valor de la sociedad contemporánea, cuando se trata de sus agricultores aplican subsidios estatales a troche y moche, y si eso implica que tal o cual país africano, asiático o latinoamericano va a la bancarrota por imposibilidad de exportar sus productos, pues qué se le va a hacer. Pero si a alguno de esos países se le ocurre aumentar los gravámenes sobre las ganancias de las transnacionales radicadas en su suelo, ahí se levantan los estandartes contra el estado que interviene brutalmente en lo más sagrado de la civilización mundial.
Las contramarchas son tan habituales que ya nadie se sonroja cuando le echan en cara sus múltiples digos y diegos. Y eso que en estos tiempos, donde todo queda grabado, digitalizado y archivado, donde en los recovecos de Internet se puede encontrar prueba de cualquier cosa, las denuncias contra los mentirosos van acompañadas de fotos, imágenes televisivas, grabaciones de voz y cosas por el estilo.
Por eso, al recibir ayer en mi ordenador una foto del inefable Zaplana, reunido con varios comandantes de las FARC colombianas cuando era Presidente de la Generalitat valenciana, no pude menos que soltar una carcajada. Porque quienes allí compartían sonrisas y tazas de café con el hoy portavoz del gobierno, representaban a una organización que está en todas las listas de peligrosos terroristas del mundo, en todos los informes sobre narcotráfico, secuestro, extorsión y otras lindezas por el estilo. O sea, que acompañan a ETA en la liga de las estrellas del homicidio, el coche bomba y la violencia fratricida. Pero claro, ahí Zaplana decía digo, y si el que se reúne es Carod Rovira con los etarras, sólo se puede decir diego. Y de paso, acusar a todo el que haya hecho cualquier pacto político con Esquerra.
Pero no nos encarnicemos con Zaplana. Por el contenido de su cargo actual, es el mentiroso oficial del Reino, y quizá esté tan agobiado de trabajo que a veces no se da cuenta de lo que dice, como cuando expresó, con respecto a la guerra de Irak y las inexistentes armas de destrucción masivas, que el gobierno podía equivocarse, por lo que al otro día tuvo que salir el portavoz del portavoz a decir que habíamos entendido mal, que de equivocaciones nada, que el gobierno actuó correctamente. Esclarecer aquí dónde está el digo y dónde el diego es tarea que escapa a mi escasa competencia y repele a mi estómago, cada vez más delicado a causa de la cantidad de sapos que, si quiere estar informado, se ve obligado a tragar el ciudadano de la calle, cosa que me precio de ser.
Tampoco exageremos, ni asumamos como pecadillo ibérico esta epilepsia conceptual que hace a nuestros prohombres cambiar diametralmente de opinión, que no de oronda expresión, según sople el viento. En todas partes cuecen habas, y si no, que se lo pregunten al valiente soldado Bush, hoy emperador del universo y, según él mismo, bravo combatiente de la Guardia Nacional de Texas durante la guerra de Vietnam. Ahora sale a la luz que en los sitios donde dijo servir nadie lo vio nunca, por lo que en los próximos días tendrá que inventar un diego convincente que haga olvidar su bélico digo.
Rectificar es de sabios, dice otro refrán popular. Pero ante esta avalancha de rectificaciones a todos los niveles, uno se siente timado, porque al menos debían servir para que la próxima vez se cortaran un poco y no volvieran a cometer la misma y vergonzosa equivocación que, casualmente, siempre va en contra de los mismos.