Justo Vasco

Tercera juventud o la madurez: años 70

En 1968 se promulgó en Cuba lo que se dio en llamar “la ofensiva revolucionaria”,  a través de  la que se nacionalizaron más de cincuenta mil pequeñas empresas y comercios de forma que, a partir de entonces, todos los bienes de producción y servicios del país quedaban en manos estatales, con la única y pequeña excepción de minúsculas fincas de campesinos beneficiados por la Reforma Agraria de 1960 o cuya propiedad les correspondía desde el triunfo de la Revolución.

El año 1976 también conllevaría cambios estructurales en Cuba dado que el país adopta una nueva Constitución en la que no solo se reconoce el carácter socialista del estado cubano, sino que también se define una nueva división político-administrativa que crea 14 provincias en vez de las 6 que había hasta entonces. Además, se crea el municipio especial de Isla de la Juventud (Isla de Pinos).

A lo largo de estos años hay una mejora e incremento de las políticas sociales, lo que permite mayor calidad y un acceso más abierto a los servicios sanitarios y educativos. Sin embargo, todo lo referente a la economía resulta cada vez más confuso, complicado y precario en Cuba, lo que contribuye a generar un ambiente extraño entre los habitantes de la isla.

Justo, en una de sus Fabulaciones, al hilo de unas manifestaciones anticastristas en Madrid, escribirá, en 2003: Fidel Castro no es un fenómeno inusitado en la política cubana, que la intransigencia ha sido una corriente a la que los cubanos hemos recurrido una y otra vez a lo largo de nuestra historia, que el diálogo, la tolerancia y el respeto a la opinión divergente no han sido armas frecuentes en el arsenal político que ha movido el devenir histórico de Cuba durante el siglo XX y lo que va del XXI. 

Tampoco hemos tenido de dónde aprender. La herencia hispánica, cuyo último destacado representante en la isla fue el ínclito Valeriano Weyler, militar inteligente y sanguinario capitán general, a quien muchos historiadores europeos atribuyen la invención de los campos de concentración en los que encerró a decenas de miles de campesinos criollos, no dejó espacio al análisis, a saber escuchar, poderar y valorar sin encarnizamientos cainitas. En muchos sentidos, Cuba ha resultado ser la hija más aventajada de España”.

A lo largo de estos años, Justo trabaja de forma continua y su expediente laboral es una sucesión de aprobaciones, méritos, cumplimiento con el trabajo obligatorio y avanzando mucho trabajo voluntario.

Un expediente laboral es un documento proceloso, frío, repleto de fechas, datos, números y pocas palabras. Al menos, de poca literatura. A modo de ejemplo, estos serían los méritos laborales acumulados por Justo Vasco en 1972:

Se le otorga un mérito por haber sido seleccionado trabajador en Avanzada.

Se le otorga un mérito por haber desempeñado satisfactoriamente en el último período las tareas propias de su cargo dentro del Consejo de Trabajo.

Se le otorga un mérito por haber cumplido el compromiso de trabajo productivo en la última etapa emulativa.

Como podemos observar, el análisis resulta tan poco descriptivo como preclaro y esclarecedor. Mucho y buen trabajo.

Y, sin embargo, el ciclo de Justo Vasco en la Universidad de La Habana ya había terminado y, después de colaborar con el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), en algunas ocasiones, quiso cambiar de trabajo.

Los años 1973 y 1974 son dos años importantes ya que demuestran una forma de ser de Justo, inconformista, duro, constante, obstinado, incansable, insobornable.

El 10 de septiembre de 1973 presenta una extensa, documentada y motivada solicitud para dejar la Universidad de La Habana e incorporarse al CAME, a través de una carta dirigida al Director de la Escuela de Física.

Entre otros aspectos, señala:

“… Las causas que me llevan a pedir el traslado son las siguientes: en primer lugar, considero que la labor a realizar en el puesto de trabajo para el cuál estoy solicitado tiene mayor utilidad social que la que realizo actualmente; en segundo lugar, que mis posibilidades de desarrollo serían mayores que las que tengo actualmente; en tercer lugar, por cuestión de formación me es en extremo difícil llevar a cabo una docencia a un nivel adecuado en la rama de Física, situación que perjudica tanto a la Escuela como a mí personalmente; y en cuarto lugar, no me interesan actualmente ninguna de las líneas de investigación que se desarrollan en la Escuela.

Me permito llamar su atención sobre el hecho de que cualquier recién graduado puede escoger, una vez cumplido su servicio social, el lugar donde considera que su trabajo es más útil y presenta mayores posibilidades de desarrollo; en mi caso trabajo en la Escuela de Física desde hace seis años, tiempo suficiente como para poder llegar a un criterio tal como los expresados anteriormente y que me llevan a pedir traslado. Además alguno de estos criterios se encuentran sólidamente avalados por la petición hecha sobre mi persona por un organismo de un nivel superior”.

Tras una serie de intercambio de cartas, recursos y decisiones, incluido el embargo del salario de Justo, el Consejo de Trabajo dictó resolución a favor de su petición y, aunque fueron necesarios más escritos, reclamaciones y demandas, como una de 9 de noviembre, contra la Dirección de la Escuela de Física, que acredita lo intrincado de una maraña burocrática infinita; finalmente fue posible el traslado, a lo largo de 1974.

Así lo podemos leer en la carta del Director de Personal y Cuadros al Rector de la Universidad de La Habana, tras hacer un repaso por los distintos hitos del proceso, señala:

“Desde el punto de vista legal, existe un fallo del Consejo de Trabajo (no recurrido y firme por tanto) disponiendo su traslado. Como quiera que el fallo es contra el Director de la Escuela, quien no está facultado para autorizar este traslado de acuerdo con las disposiciones del MINED, nos queda la posibilidad de impugnar el fallo, lo que no resultará fácil por lo ambiguo de la legislación laboral en vigor sobre esta materia.

Como quiera que se trata de un caso particularmente difícil para retenerlo en la Universidad de la Habana, teniendo en cuenta su insistencia y el respaldo del fallo del Consejo de Trabajo, le sugerimos se acceda al traslado.

Revolucionariamente…”.

Y la firma.

El intercambio de correspondencia, recursos y escritos se convierte en un ejercicio de esgrima, entre David y Goliat, repleto de todo tipo de presiones para denegar el traslado. Por ejemplo, un empleado de la Universidad señala lo siguiente, sobre la trayectoria de Justo en dicha institución: “En la diversidad de tareas que ha tenido su actitud ha sido variada. En ocasión buena, manifestando entusiasmo y empeño, en otras manifestaba todo lo contrario. Estos ciclos de alta y baja se han observado constantemente. Ha solicitado su traslado con insistencia, le fue denegado inicialmente y apeló al Consejo de Trabajo que falló a su favor. Presenta desinterés por las actividades de nuestro centro”.

Lo que contrasta con la cantidad de méritos acumulativos y trabajos de avanzada que Justo había ido atesorando año a año, y que figuran en su expediente laboral.

Por todo ello, da gusto leer una carta de 23 de enero de 1974, remitida por la Universidad de La Habana y dirigida a Raúl Ron Kouri, aceptando el traslado del Profesor Justo Vasco de la Facultad de Física de dicha Universidad al Departamento de Asuntos del CAME de la Comisión de Colaboración Científico Técnico.

¡Por fin llegó el traslado al CAME! Un traslado en calidad de Jefe del Departamento de la Dirección  Técnico-Económica de la Secretaría para Permanente para asuntos del CAME, adjunta al Consejo de Ministros.

Pero solo llegó a través de una carta fechada el 13 de septiembre de 1974, lo que demuestra que las cosas de palacio, hasta en Cuba, van despacio. Mucho. Demasiado.

¿En qué tiene que emplear Justo su tiempo, a partir de entonces? En labores relacionadas con las siguientes ramas:

Metalurgia ferrosa.

Metalurgia no ferrosa.

Normalización y Metrología.

En general, Justo empieza a trabajar con todos los temas del Comité de Ciencias y Técnica del Comité Ejecutivo del CAME relacionadas con las ramas anteriores, lo que podríamos definir como un desarrollo técnico en el Laboratorio Central de Minerales. Además, asume la jefatura del Departamento de Espectrología Molecular en CENIC.

Desde este trascendental 1974, también forma parte de la Comisión Nacional de Colaboración Económica y Científico-Técnica y, así, no es de extrañar que en su hoja de méritos laborales encontremos siguiente calificación: Avanzada.

Resulta muy significativo lo que escribe Justo Vasco en una de sus Fabulaciones publicadas en la Voz de Asturias, en diciembre de 2003, sobre esas ciencias que tanta importancia tuvieron en su vida:

“El partidismo de la ciencia era, según nos contaban, una invención de los dogmáticos estalinistas del bloque soviético y sus compañeros de viaje de todo el mundo. La ciencia, decían sesudos pensadores, se ocupa de verdades objetivas, y sólo en su aplicación se pueden enarbolar herramientas ideológicas divergentes.

Recordaba eso hace poco, mirando los últimos telediarios. En mis tiempos como profesor en la universidad habanera, me intrigaba siempre por qué el famoso principio de Heisenberg, según el cual no es posible conocer a la vez la posición y la velocidad de movimiento de una partícula subatómica, se denominaba en Occidente “principio de incertidumbre”, y entre los soviéticos “principio de indeterminación”. Después de tragarme las explicaciones filosóficas que apuntalaban las dos definiciones, me quedaba una sensación abrumadora de tiempo perdido: el resultado era el mismo, no se podían determinar simultáneamente las dos magnitudes.

En lo relativo a la ciencia aplicada, todo era más claro. Porque un ordenador es un invento fantástico a pesar de que el aparato ideológico soviético dijera, en su tiempo –precisamente cuando sus científicos aventajaban a todo el mundo en el tratamiento teórico de la cibernética- que se trataba de una seudociencia, destinada a crear esclavos para ahorrar salarios al capital. Y la aplicación de la genética a la agricultura ha ocasionado uno de los grandes saltos en la producción mundial de alimentos, mucho antes del surgimiento de la ingeniería genética, a pesar de la dictadura de comisarios analfabetos como Lysenko y del exterminio físico de quienes le llevaban la contraria.

O sea, que dos y dos son cuatro, para el Vaticano y La Meca, para Tel Aviv y El Cairo, para Washington y La Habana. Lo demás son ganas de buscarle la quinta pata al gato o de cachondearse del personal. Y cualquier utilización interesada de los resultados científicos no pasa de ser eso, una utilización interesada, que no niega en sí los resultados, solo aprovecha aquello que le conviene, soslayando lo que no”.

Pero es que, además, este mismo año comienza a trabajar en labores de Traducción literaria para el Instituto del Libro, lo que marcará el comienzo de una etapa laboral, cultural y vital en la trayectoria de un Justo Vasco que, hasta entonces, ha estado más relacionado con las disciplinas científicas y técnicas que con las literarias, aunque ya le hayamos conocido algunas veleidades en esta dirección.

A partir de aquí, recuperada la paz de espíritu por parte de Justo, su expediente laboral vuelve a la normalidad de un trabajador profesional, entregado, serio y constante. Así lo acredita, por ejemplo, una carta de 1975 agradeciendo “la calidad del trabajo de traducción simultánea de Justo Vasco en el 40 Simposio Latinoamericano de Física del Estado Sólido”. De hecho, “la magnífica traducción simultánea del Compañero Vasco fue motivo de elogios por parte de los participantes del curso brindado por el profesor Yu. I. Koptiev”.

O, en 1977, su declaración como trabajador de Avanzada y Destacado. Así, “el Comité Estatal de Ciencia y Técnica reconoce a Justo Vasco como Especialista CAME de la Dirección de Relaciones Internacionales del Comité Estatal de Ciencia y Técnica”.

Y, en 1978, que acumula Méritos laborales, Trabajo de Avanzada, Trabajo voluntario y varios Reconocimientos.

Pero, sobre todo, lo más importante de estos años es que, una vez alcanzados los deseados objetivos laborales, Justo empieza a aprovechar su extraordinario conocimiento de idiomas en congresos e importantes cónclaves y reuniones internacionales, como intérprete y, también como traductor de documentos y tratados técnicos y científicos, anticipando lo que serán unos años ochenta ya sí consagrados a las letras.